Estas palabras pertenecen a una carta de despedida a la cocaina escrita por uno de nuestros pacientes en Comunidad.
Lo que no puedo perdonarte es el precio que tuve que pagar. Te llevaste mi dignidad, mi amor hacia mis seres queridos, lo que pudo haber sido los mejores momentos de mi vida, etc. Tú me querías sólo para tí y cuando ya no me quedaba nada me propusiste que te diera mi alma a cambio de esos clásicos mínutos (siempre pocos) de "felicidad" por supuesto que te los di. Pero ni en eso cumpliste tus promesas pues esa felicidad sólo era una ilusión.
Lo que si que fue muy real y debo agradecértelo de nuevo, es el mundo que me regalaste; hubo un tiempo en que no existió otro. Tu mundo, mi mundo, nuestro mundo. Un mundo en el que no dejaste lugar para nada ni para nadie. Sólo tú y aquello que se le parecía a la felicidad, pero que era un espejismo....el mundo eras tú.
De verdad puedes sentirte muy orgullosa, lograste crear el infierno aquí en la tierra y todo ello para mí. Se me viene a la mente el recuerdo histórico de aquel judío que ajustició Pilato, él también tuvo su propio infierno aunque yo tardara algo más de tres días en resucitar.
Quiero tratar de ser objetivo y repasar punto a punto lo que nuestra relación me aportó.
Recuerdo la primera vez fue muy especial, fue alucinante, subí al séptimo cielo. Creo que por aquel entonces ya me habias aprapado. Luego, al cabo de una semana como por arte de magia apareciste de nuevo, pero esta vez para quedarte. Y ese fue el principio de mi decadencia:
- Me capacitaste para existir sin los demás, aislado, perdido y confundido.
- También me diste la habilidad para destruir sistemáticamente todos mis valores e ideales.
- Además gracias a ti también sobreviví sin ilusiones ni proyectos, lo único que en esto se le parecía era el hecho de vivir permanentemente pensando en tí, soñando contigo, en definitiva tu eras mi proyecto y mi ilusión.
- Me agasajaste con infinidad de cosas, todas ellas eran malas. Pero como antes mencioné:DE LO MALO BIEN SE APRENDE. Y de ello yo he aprendido mucho, sobre todo he aprendido a no juzgar a nadie y a no darle la espalda a ningún semejante.
Así creo que debo concluir con un breve consejo para cualquier mente racional que todavía no haya caido en tu telaraña y por el motivo que sea tenga la oportunidad de leer este lamento, que por favor tome buena nota de mi experiencia, creo que se podría ahorrar muchos disgustos.
Y a tí ¿Qué más puedo decir? Quiero que sepas que estarás siempre tácito en mi mente maltratada, como en mi corazón dolido.
Que los dioses te den una cortísima vida. Con la tristeza en el alma me despido, hasta nunca"
J.L. Valeriano
Tenerife
